CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

sábado, 28 de enero de 2017

Mi reflexión. Domingo 4º del Tiempo Ordinario - Ciclo A Mateo 5,1-12a

“Buscad al Señor los humildes de la tierra”
Es muy curioso que Jesús en el llamado sermón del monte, a quienes les escuchan no les obligue o anima a realizar tales o cuales prácticas rituales concretas. Jesús relativiza todo eso, pues para él no tiene una prioridad determinada.
Por el contrario, el objetivo primordial de Jesús es la misma condición de la que él mismo participa, la humanidad. Efectivamente, la condición humana es la última expresión donde Dios se manifiesta, tanto en vida desde cada sujeto, como vida proyectada hacia nosotros desde cada una de las personas que interactúan o se relacionan con nosotros en la vida.

No cabe duda de que si Jesús de Nazaret fuera un político, este hubiera sido su programa electoral, con el que ofrecer a la gente la columna vertebral de sus mismos ideales. Por ello, aquí Jesús, en este monte maravilloso junto al lago de Genesaret –que muchos hemos tenido oportunidad de visitar-, caminando entre la gente, va desgranando la viva esencia de Dios Padre, que es amor. Y nos aconseja (Mateo 5,1-12a) que seamos personas disponibles, sensibles, de ternura, solidarios, misericordiosos, honrados hasta el límite, pacíficos y todo ello dando un testimonio de vida que nos asemeje a él mismo.
Y como Jesús es la revelación de Dios, de ese Dios Padre que nos acompaña a los creyente desde el origen de los tiempos; pues la Liturgia de la Palabra nos ofrece igualmente testimonios del nuevo o antiguos testamento, por medio de los cuales aprendemos que la pobreza y/o la disponibilidad hacia los demás es primordial para llegarnos al autentico rostro del Padre. Un Dios, que en la vida nos ama y nos busca y que “ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta” (1Cor 1,26-31). Un Padre que quiere acogernos junto a sí, cuando lleguemos al desprendimiento total de todo aquello que lastra nuestro vivir cristiano y humano (Sal 145,7.8-9a.9bc-10).

¡Qué satisfacción mayor que colaborar con Dios en la construcción de nuestro mundo! Poner nuestras vidas nuestras manos y meterlas en el lodazal de la vida lo mismo que Jesús se enfangó en el Jordán, para llegarse a la humanidad total desde donde tiene el origen la vida. Y desde allí, donde están la vida cruda y dura; colaborar en llevar a cabo el Reino de Dios. Sin guerras ni batallas domésticas, sin mirar donde llega tal o cual persona para ser yo más aun. Conformándose con lo que cada cual es. Pues aun siendo sencillos y pobres, serémos hjos de Dios. Cuando ese trabajo haya sido tarea nuestra, cuando hayamos colaborado en ello; podremos mirar cara a cara al Señor y descansar en su paz. Y entonces, esa paz nadie nos la podrá quitar (Sofonías 2,3;3,12-13). Buen finde.